De: La Frikipedia, la enciclopedia extremadamente seria.
«¡Si te portas mal vendrán los Tercios a devorarte vivo!»
~ Padre holandés a su hijo de cinco años que le ha hecho la traveta a su yayo.
«¡¿Invadir España?! ¡¿Qué coño dices, si tienen los Tercios?!»
~ Sauron conversando con Saruman acerca de futuras conquistas.
«Si las cosas se ponen feas, tendremos que avisar a los Tercios Viejos de Infantería Española»
~ Dios alertando a San Pedro del procedimiento a seguir en caso de que los herejes ganen terrenillo en algún frente.
«Don Adolfo, le juro por José Antonio Primo de Rivera que los majetes de los Tercios eran todos falangistas»
~ Francisco Franco contándole un chiste a Hitler (obviamente Franco lo decía en serio).
Los Tercios de Flandes, también conocidos ignotamente en países de tradición hosca y hereje como Tercios de Flanders, eran la soldadesca hispana en tiempos de los Jamonburgo, oséase, de Carlos I, Felipe II y la prole corrupta de este. Los Tercios eran importantísimos para España, ya que de no ser por ellos, los herejes camparían a sus anchas por Europa promoviendo la poligamia, la quema de curas y el consumo de marihuana, además de propinar puntapiés a obispos y saquear iglesias; pero lo peor de todo era las alabanzas a pintores satánicos y secuaces de Mordor como el Bosco y Rubens Barrichello.
Los Tercios se solían batir con ingleses, holandeses, gabachos, moros, orcos, trasgos y trolls para defender la importáncia de España y engrosar las arcas del rey, que andaba necesitado de pasta gansa. Algunas de las victorias más gordas que obtuvieron fueron Breda (1625), con participación importante del archiconocido y galardonado "Captain Alatriste"; El monte del destino (3014 de la Tercera Edad) y Lepanto (1571), con destacado duelo entre Miguel de Cervantes, alias "El Manco de Lepanto" contra el almirante turco. En Francia se conoce a esta batalla como "L'Espanto".
Paco I de la España católica y Grande se inspiró en los Tercios para armar sus legiones del mal y extender el terror sembrando la peste allá donde iba, espantando a los mismísimos cuatro jinetes del Apocalipsis y ganando la Guerra Civil. A su vez, en los años 2777 y 2978 de la Tercera Edad (1478 según cómputo ce la Comarca, 1599 según el calendario cesariano y 1567 según el gregoriano), Sauron el Grande, duque de Parma, señor de Rávena, condestable de Francia y monarca absoluto de Mordor, creó los uruk-hai a imagen y semejanza del soldado de tercio español con una costilla de orco común (equivalente al soldado holandés con una guadaña y con unos quilos de más).
Los Tercios de Flandes se llaman así debido a que fueron comandados una vez por un majete llamado Ned Flanders, que ganó un par de batallitas de gran importancia. Pero descubrió Felipe II que era amigo de Noam Chomsky, principal ideólogo calvinista opuesto a España. Por ello se enviaron a los nazgûl a prenderlo para que lo quemaran en la hoguera de San Juan de Móstoles.
Este hecho aún levanta ampollas en la comunidad de Madrid debido a que los nazgûl era de origen escocés y no tenían nada que ver ni con ellos.
Los tercios fueron inventados por un majete militar llamado el Gran Capitán, que los usó contra los gabachos en Italia. Sucedía que el papillo de Roma era más amigo de los francesitos que de los payos que se habían partido el culo durante 800 años liándose a tortas con los enemigos del papillo. Por eso (y porque en Aragón no había buena comida), Fernando el Católico anticlerical y antipontificio, el macho de los Reyes Católicos, mandó a sus tropas a Napolés y zonas cercanas para meter en su sitio al rey francés. Pero pasó que los franceses tenían caballos con armadura de 2 toneladas y media y unos suizos con muy malas pulgas y con palos de tres metros y medio de largo.
Con las tácticas militares inventadas por el Cid no se podía echar a los malos. Por eso contactó con un marinero sajón llamado Popeye para adquirir veinte toneladas de vomitivas espinacas de Bruselas. Con ellas y con fresas, raíces de roble y un ingrediente secreto (coca-cola), preparó la poción mágica del druida Panorámix. Con tales armas, los españoles atacaron el castillo de Almenara y lo arrancaron hasta los cimientos para lanzarlo al mar, hundiendo así la armada francesa. Victoria para España. Los franceses se rinden lloriqueando, se les pasa por las armas, el papa muere de una rabieta incontratable y epiléptica, y llega Dios desde los cielos tirando rayos a los piratas moros de Gibraltar.
Pero Los Reyes Católicos no estaban para tonterías. Un catalán judío y comunista llamado Cristóbal Colón había topado, como por casualidad, con la India. Desde allí estaba llegando mucho oro, películas de Bollywood, las casta de Brahmanes, etc, etc... El Gran Capitán fue jubilado y pa' casa. En la India, no obstante, los hindúes se oponían a la pacífica evangelización de la Santa Inquisición y habían hecho potaje con algunos de los curas que andaban por ahí tan confiados. Por esos años mandaba en España un holandés feo y tonto. Era Carlos I de España, V de Alemania y III de Gondor. Envió a la India un señor extremeño llamado Hernán Cortés (En la pérfida Albión lo llaman Cortezzzz debido a los gordísimos problemas de ceceo que sufre la población).
Cortés, con un ejército de esqueletos, de perros monstruosos, de sabuesos hambrientos y por supuesto, con dos o tres amigotes de España, cruzó el gran charco en carabelas y desembarcó en Cuba, donde fue expulsado por el virrey comunista de la zona. Llegó a la India. Allí desembarco. Valiéndose de golosinas defectuosas del badulaque barrió del mapa a los mayas, para ir después a por los aztecas. A estos los sometió dándoles sustos a base de enviar a sus centauros a verles.
Cortés volvió a España preguntándose que cojones había fumado Colón al confundir a los indios con malas pulgas de la India con los aztecas. Colón fumo la marihuana que los indios de Puerto Rico le cambiaron por una letrina de porcelana china. Le contó a Karl Franz sus experiencias militares y el emperador organizó un ejército de las sombras para que atemorizase a herejes y vampiros. En el año de nuestro señor 1534, Karl Franz fundó los Tercios y los envió a zurrar a los gabachos en Italia. Cuando vamos al Vaticano y vemos los frescos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina de Palpatine, vemos en realidad una escena pletórica de la fundación de los Tercios por orden de Satanás.
Ya en tierras italianas, los Tercios, comandados por los cuatro jinetes del Apocalipsis, saquearon Roma a placer comiéndose los caballos y armando orgías. Palpatine, por entonces un joven novicio de la curia, da buena descripción de ello:
«¡¡¡Aaaaaaarrrrrrrrrrgggggggggggggh!!!»
~ Palpatine cuando descubrió que los Tercios eran peores que Satanás cabreado, si querían.
Más al norte, en tierras gobernadas por el príncipe Maquiavelo, los tercios zurraron por doquier a los mercenarios suizos y congoleños de Paco I de Francia (¡¡¡Ojo, no confundir con Paco I de España). Karl Franz en persona acudió para ratificar la anexión de Milán a la provincia de Barcelona y se firmó la paz con los gabachos.
Pero Karl Franz no acabó aquí sus guerras. En El Imperio las cosas se ponían muy negras, ya que los protestones vestían todos capotes de ese color. Como se negaban a dejar de asar católicos a la parrilla, Karl les dio a elegir entre la horca y la conversión. La repuesta fue obvia: "¡Que te den por el culo, cabrón!". Tras esta desmesurada reacción, vino Karl con los tercios y en Muhlbergh mandó a los malvadotes herejes a casa.
Aunque se ha dicho siempre que los protestones perdieron por no tener ni idea de tácticas, recientes estudios realizados en la universidad luterana de Nüremberg por el pastor radical prtoestante Martín Lutero Junior, demuestran que las tropas herejes metieron sus botas en un barrizal y ante la imposibilidad de sacarlas, tuvieron que volver a casa descalzos, momento en que Karl lanzó a sus replicantes contra ellos.
Karl Franz, tras haber derrotado a los corsarios fachas de Tiránia, se jubiló. A sus parientes les fue regalando sus cosillas, que eran pocas. América, pues para su hijito Pipe, El Imperio a su hermano Nando, Italia a Felipe, Flandes... lógicamente a Nando, ¡¡¡Pero no!!! Se la dio a Felipe creyendo que los ingleses Drake y Lord Voldemort eran amigos de España.
En Flandes la gente era muy rara: no paraban de levantar diques, fumaban marihuana y conducían por el centro... y eran protestones. Felipe había crecido de la mano de Fray Tom y los cardenales-infantes agitadores comuneros del PSOE. Por ello quiso modificar todas esas reglas flamencas tontas y de paso evitar que se encendieran hogueras con buanos católicos. Para ello envió a famosillo Duque de Alba, alias Coño que viene, huyamos. El duque de Alba se fue a Flandes desde Italia con las legiones tercerillas abriendo paso él delante de todo. La marcha hacia Holanda dio lugar al río Rin, invento ideado por Pipe para joder a los gabachos.
El Duque de Alba se cepilló media Alemania protestona y llegó a Flandes en el sacro día del domingo, donde los holandeses malos fornicaban a diestro y siniestro con sus famosas vacas lecheras. Entonces aprovechó Darth Conde para atacar. En diez minutos ya estaban los holandeses pactanco con San Pedro su entrada en el cielo por cuatro chavos. Pero no todo acabó aquí. Los holandeses se multiplicaban por doce. Cada día salían doce mil. Las cosas en Flandes se alargaron. Darth Conde murió de una gastroenteritis aguda al problar el flamenco (no el ave, sino el holandés).
Se enviaron nuevos ejércitos a dar caña, pero ya no eran tan duros. Aunque estaba el Capitán Alatriste, claro, que causó 3482 bajas a los herejes con la siniestra ayuda de Don Quevedo, que, vestido de oficial nazi, se presentaba al anochecer en las tricheras herejes y liquidaba a 30 o 40 holandeses sin que estos se enterasen, cortándoles el pescuezo. Así se ganó la batalla de Breda, cuadro pintado por Velázquez, que estuvo allí y se pintó a él en un rincón tomándose el carajillo. Lo único malo era que el vil Cardenal Richelieu en una de sus orgían donde se tramaban oscuros planes contra el rey Luís XIII y D'Artacan, olvidó debido a los efectos del ron maltés, que era católico, y se unió a los madelmans herejes. Con esta decisiva ayuda, los holandeses, con los gabachos y los ingleses se pokemonizaron y dieron lugar al guiri cabrón, que venció a los tercios en la batalla de las Dunas del Sáhara.
Por aquellos tiempos, los amiguetes de España eran los Austríacos y el Imperio. Pero los skavens estaban de parte de Rusia...
Desde que el terrible ídolo incaricaturizable llegó al mar, sus fieles se han lanzado a navegar. Ya se sabe que si mete uno a unos ladrones en un barco... ¡pom! ya tiene unos piratas. Si los ladrones son sarracenos... ¡pom! ya tiene a los corsarios berberiscos tocando los huevos en Valencia. El más más terrible de ellos era Barbarroja, el hermano renegado de Barbazul. Como nadie era tan valiente como para coger unas mil o dos mil galeras, hubo que esperar a que Felipe II dijera: ¡¿Que hay moros en la costa?! ¡Abajo con ellos, en dos días quiero tener Constantinopla, La Meca, Medina... blablabla...! Entonces se pactó una alianza militar ridícula que nadie se creía: España... con Venecia juntas, jajaja... y con Génova... esto es descojonante. Para colmo el Papa metido en medio y los caballeros de San Juan. A esa broma la llamaron Santa Liga.
En el concilio de los jefes celebrado en Roma, Felipe II se conchavó con el Papa para evitar que los italianillos se pasaran de listos y quisieran poner al frente a un paisano suyo: los rumores apuntaban al gran almirante Silvio Berlusconi III. El Papa impuso sus condiciones: un par de ducados franceses, algún que otro castillito, unos poquitines cofres de oro... nada importante, salvo la condició de ser durillo con los otomanos, pues el sumo pontífice quería darle bien por culo al vil muslime.
Firmado el pacto y con el gran almirante Berlusconi cabreado y apunto de pasarse al bando hereje, Felipillo llamó a su hermanísimo hermanastro Juan de Austria, el MacGyver de la época, encargado de zurrar a todo aquel que osase meterse en la senda del Imperio para molestar: a saberse turcos, ingleses, franceses, holandeses, bantúes (sólo los del sur)... A resultas de la imposición de un almirante español, los turcos se espantaron un poco, pero la casual aparición de un camello con tres jorobas entre sus filas les devolvió la moral. En la malvada guarida de Constantinopla, el gran turco, con Lord Voldemort como gran visir y eunuco predilecto, organizaba una flota de cerca de 8000 galeras, 30000 galeotas, 6000 brulotes, 666 galezas y un montón de esclavos católicos conservadores neo-liberales y anticomunistas para remar y soplar a las velas en caso de acabarse el viento.
El ejército de tierra turco se embarcó en esa flota tiránica. Habían venido haradrim del sur, corsarios de Umbar, mongoles, moros de los cuatro rincones de Arabia,negros con muy mala leche, chinos de los siete mares y mamelucos con cimitarras. El almirante mandamás otomano era el Gran Mohamed Alí, sanguinario gobernador de Crimea (sitio de donde se sacaban muchas esclavas rusas para obscenos fines satánicos y turcos). Además era el cuñado gay del Emperador turco. A saberse Selim II "El bebe-sin-sed".
Los buenos, ante tan gran ejército, se hundieron y el ahora vicealmirante Berlusconi III propuso hacerse el harakiri conservando así el honor. Los soldados creían que sus cojones acabarían en la sopa del Gran Turco y que sus zapatos serían llevados por infieles de esos con tan mala pinta. Cuando cundía el desánimo, llegó Juan de Austria con un viejo ejemplar del Señor de los Anillos que se había comprado en Flandes. Leyó ante todos sus soldaditos el glorioso pasaje del Abismo de Helm. Tras ello, las galeras y estaban rumbo a las aguas otomanas, llenas de hidras, medusas, serpientes y torbellinos convocados por peligrosos nigromantes.
Tras sortear los acantilandos del fin del mundo y derrotar a los dragones marinos devoradores de hombres, los amigotes de la Santa Liga llegaron a aguas otomanas. El almirante Mohamed Alí le esperaba en el golfo de L'Espanto, un lugar escogido estratégicamente, pues era una ratonera. En la hora H del día D, las dos armadas llegaron al lugar acordado y comenzaron a zurrarse. Los cristianos tiraban botes de metralla, piedras y balas; los turcos disparaban ojos, fruta (¡se liaron a naranjazos! y lo que les iba cayendo en las manos. El resultado estuvo indeciso hasta que la galera de Miguel de Cervantes hizo acto de presencia a Lo Piratas del Caribe, cañoneando a babor y a estribor hundiendo media armada turca. Juan de Austria lanzó las cartas de la muerte, se puso el pañuelo samurai y retó al malvado Mohamed a un duelo.
Don Juan cortó en rodajas al infiel con una motosierra (que había sido inventada por Leonardo da Vinci). Los turcos pusieron entonces tierra de por medio... literalmente: se fueron derechitos a la costa, embarrancaron y se largaron a pié hasta Constantinopla, donde el Gran Turco cenó sus orejas y sus narices.
Como ya se había comentado, cuando el malvado y pérfido Cardenal Richelieu se deshizo de D'Artacan y los mosqueteros emparedándolos en una frío bodega del Elíseo, comenzó a hacer lo que le salía de los cojones. Primero prohibió tocar la guitarra, después prohibió hablar chino, etc... En el año malo de 1635 osó tirar un petardo en un campo de coles gallego, provocando la guerra con España. Don Diego Alatriste fue puesto al frente para ir a darle su merecido. Pero por esos años, el abuelo malo de Carod Rovira dio un golpe de estado en el Parlamento Catalán y se hubo de ir antes a allí. Sólo Alatriste, sus majetes amigos y el ejército comandado por el inspector Miranda se fueron a Flandes.
Allí el señor maestre de campo Miranda tuvo la idea de asediar Rocroi, pero sin construir empalizadas, ya que al estar en Azerbaiján. Estando Gandalf entre los españoles los arengó lanzando rayos a los franceses, pero eso sólo asustó a los que eran de origen moro. Se planeó atacar al amanecer, pero los ogros reclutados por Francia en las tabernas de mercenarios alemanes frenaron el ataque. Seguidamente, los gabachos atacaron a pedradas a los piqueros hispanos, causando la muy sentida baja de Don Quevedo, que pereció lapidado. La venganza fue terrible. Alatriste usó a Íñigo de Balboa como maza para tomar dos colinas estratégicas, pero debido a contraataques ogros y trolls fue rechazado.
Se recurrió entonces a la melé, una táctica consistente en agarrar un bate de béisbol, gritar "Santiago y cierra España" y pegar a todo aquel que se pusiera en medio, sobre todo si hablaba haciendo gárgaras. Los francesitos tenían a los famosos hermanos Marx entre sus tropas, por ello la batalla fue igualada, pero al final, con Alatriste echando fuego y metralla con doce arcabuces, ganaron los franceses y se hizo prisionero al inspector Miranda, que desertó y se fue a Portugal a jugar a las damas con el rey cura de la zona, un tal Rodrigo. Los gabachos escribieron millones de poemas sobre la batalla. El más famoso de ellos es la Ilíada, de Homer Simpson.
Después de proteger a Felipe V el francés. El nombre de ese majete era James Fitz-James Peplluís. Su enfado por el mal trato que recibió por los españoles, que se empeñaban en llamarle Pepe Luís el Carnicero, hizo que, entre otras cosas sin importancia (se pegó a la Corona de Aragón con una pajita), los tercios fueran SUPRIMIDOS...
En lugar de estos hombres con seis cojones se pusieron pseudo-gabachos gays. Por culpa de esta cagada, vino a vernos Bill Gates y nos hundió en la guerra de los siete años. Al final hubo que esperar a que, en 1833, los Carleros reaccionaran y formaran sus propios tercios para batirse en duelos simples contra libegales rojos.
Según el manual de campo del Duque de Alba, los piqueros deben enfrentarse a la caballería, los arcabuceros contra los piqueros, la caballería contra los arcabuceros y el Capitán Alatriste contra los Trolls y los monstruos. Las tácticas, no obstante, eran mucho más complejas.
Una de las más eficaces y conocidas era la táctica de los conejos, que consistía en soltar mil o tres mil conejos en el campo de batalla para que lo llenaran de agujeros (de sus madrigueras) y los caballos herejes metieran sus patas en ellos y se rompieran en mil pedazos. Otra táctica usada era la táctica del erizo, consistente en jugar a imitar a un erizo con todas sus púas. Las púas eran la picas, para picar a los franceses o picarse con ellos.
Otra táctica, esta para cargarse a la infantería enemiga consistía en hacerlos puré con cañones de los gordos.
También existían las encamisadas, que consistían en vestirse con el frac típico, armarse con un puño americano, meterse en un río lleno de mierda, infiltrarse en el campamento enemigo y mandar a los malos a ver a los angelitos.
Se basaban en hacer la caza del zorro pero en vez de perseguir zorros, pues perseguir a arcabuceros. Era esencial evitar los conejos enemigos y los piqueros, pero sobre todo a los conejos. Si los caballeros tenían pistolas se hacía duelos de uno a uno contra arcabuceros.
Aunque el manual de campo dice que se deben colocar en líneas y disparar a bocajarro a todo índio, inglés o gabacho, es más efectivo coger a dos y ametrallar a todo enemigo. Como el 32% de los arcabuceros son niños pequeños, esa táctica no es demasiado viable. Siempre queda el lanzamiento de piedras a los cojones.
Aunque a lo largo de los siglos por los siglos y amén han servido en los tercios varios milloncejos de españolitos, flamencos, italianos y tal, y muchos han muerto al estallarles un cañón mientras cagaban en las letrinas reales, estos no son muy conocidos. Los que nos han llegado hasta hoy son los más temibles soldados cuyos pasos hacían que nunca más creciera la hierba por donde pasaban.
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